Llegamos a casa y tras dejar las maletas, pusimos música clásica en un viejo tocadiscos. El sonido de un disco de vinilo acompañaba el ruido de los truenos sobre el mar, nos sentamos en la terraza para poder apreciar el espectáculo de los rayos cayendo sobre la negrura del mar. toda la bahía quedaba iluminada por breves momentos.
La sensación que sentía era la de estar apreciando algo sublime, en consonancia con la definición que de sublime nos habían dado en la asignatura de Filosofía de Arte.
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